El deporte puede ser y es un mecanismo eficaz para muchas otras. Si hace unos días veíamos que gracias a él podíamos alargar nuestra esperanza de vida, en el terreno social podemos conseguir de él efectos muy positivos para el bien común. A este proceso se le llama el deporte como herramienta, y se basa en la idea de que el deporte deba ser la herramienta para conseguir mejoras sociales a través de los propios ciudadanos.
Esta visión algo idílica de la práctica deportiva, se ve reforzada y llevada en la práctica en los centenares de patios de escuelas e institutos donde de forma desenfadad y sin nivel competitivo niños y niñas comparten las llamadas actividades extraescolares, combinando deporte y formación.
De igual manera, podemos analizar y ver casos como aquellas entidades que utilizan el deporte en barrios o ciudades deprimidas para conseguir que todos esos jóvenes que en sin otra cosa que hacer, estarían en la calle practicando malos hábitos o incluso cometiendo delitos, pueden desarrollarse como futuros ciudadanos gracias al deporte.
Esta es la increíble fuerza del deporte, eso si, este camino no es simple, de hecho es el más duro, ya que acostumbrados a una sociedad en rapidez, y a unos estímulos (televisión, cine, música, etc) donde se premia el resultado inmediato, muchos de estos jóvenes no ven o saben valorar estos esfuerzos llevados a cabo por sus entrenadores y rápidamente piensan que con poco esfuerzo y tenacidad, pueden llegar a ser los futuros Messi o Cristiano Ronaldo, cosa que, para ser sinceros, pocas veces se consigue.
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