Esta es una triple historia. La mayor y más conocida, la del hundimiento del Titanic, el barco insumergible. Hace cien años que chocó contra un iceberg y se vivió una de las mayores tragedias humanas de la historia de la navegación. Las otras dos tuvieron lugar durante y después del más famoso desastre marítimo y estuvieron protagonizadas por dos hombres que se convertirían nada más y nada menos que en campeones de tenis.
Fueron dos supervivientes (del total de 712), rescatados ahora por nuestro compañero John Wertheim, de 'Sports Illustrated', y contemplados en la película de James Cameron: ¿recuerdan el momento en que Leonardo Di Caprio se enfrenta a uno de los oficiales del barco para abrir una puerta de la tercera clase? Eso sucedió. Y la escena, la real, la protagonizó Richard Norris Williams II, apodado `Dick¿, que recibió una reprimenda de un mayordomo que lo amenazó con multarlo por haber destruido una propiedad de la compañía White Star Line. La suya es la primera de las historias que me gustaría contar.
Dick Williams era por aquel entonces campeón mundial de squash y tenista amateur. Nacido en Suiza, donde se había trasladado su padre -un descendiente de Benjamin Franklin-, regresaba a Estados Unidos para progresar en su carrera tenística y en sus estudios. Iba a ingresar en Harvard. Poco podía imaginar que vería morir a su progenitor, que nadaría hacia un bote en el 30 personas intentaban mantenerse a flote (19 de ellas no lo lograron), con medio cuerpo bajo el agua. Estuvo más de tres horas con las piernas en el agua, a una temperatura de dos bajo cero, al borde de la hipotermia.
A su llegada al barco de rescate, el 'Carpathia', el médico que le atendió le aconsejó que, para prevenir la gangrena, debía considerar la amputación. “Me niego a darle mi permiso. Voy a necesitar estas piernas”, le respondió con una amabilidad y una calma insólitas dadas las circunstancias. Decidió pasear por la cubierta del 'Carpathia', arriba y abajo, una y otra vez, sufriendo un dolor atroz, como si le clavaran millones de agujas, para restablecer la circulación sanguínea en sus piernas. Jamás recuperarían el color (los pantalones largos de la época lo tapaban) pero él logró salir adelante. Todo ello podría justificar el juego agresivo que caracterizó a Williams en las pistas.
Fue en el 'Carpathia' donde Dick conoció a Karl Howell Behr, quien se había graduado en Yale, amigo íntimo del vigésimosexto presidente de Estados Unidos, Theodore Roosevelt y un destacado campeón de tenis que ya había sido convocado para el equipo de Copa Davis (sólo jugó una eliminatoria, en 1907). También viajaba en primera clase aunque lo hacía persiguiendo e intentando convencer a los padres de quien al final se convertiría en su mujer, una amiga de su hermana. Él tuvo la suerte de subir a un bote, espoleado por los propios oficiales, para que remara y lo alejara del barco antes de que éste se hundiera. Su misión era salvar vidas. Y se la tomó muy a pecho. Sería uno de los miembros del comité de supervivientes que organizó a los pasajeros y les recomendó guardar silencio. Ese silencio que les acompañó a todos hasta su muerte.
Hay documentos, diarios, pero nadie quiere ser el primero en contar la verdadera historia de aquella terrible madrugada del 15 de abril de 1912. Behr fue un superviviente al que la culpa acompañaría el resto de su vida, según cuentan sus descendientes, y que declararía en el juicio contra la compañía propietaria del `Titanic¿, White Star, que debería pagar 663.000 dólares a un grupo de supervivientes por la pérdida de vida y posesiones¿ y que acabaría sufriendo una fuerte depresión en 1917 que le llevó a ser ingresado en un sanatorio mental. Después se recuperaría.
Cada uno siguió por su lado al llegar a Nueva York. Behr permaneció en la Gran Manzana, con su carrera deportiva y una carrera de defensa de derechos humanos de la mano; Williams se marchó a Filadelfia con una tía.
En unas semanas los dos volvieron a jugar al tenis y el 18 de julio de 1912, doce semanas después de la tragedia del Titanic, se veían las caras en una pista. Ganó Behr, el veterano, en cinco mangas. Pero aquel verano iba a significar el despegue definitivo de Dick Williams tras derrotar a una prominente promesa local llamada Bill Tilden (uno de los grandes de la historia del tenis), con quien acabaría levantando Ensaladeras de Plata. Campeón del US Open en 1914 y 1916 (es el quinto jugador con más triunfos en la historia del torneo, que disputó hasta los 44 años, compartiendo ese honor con John McEnroe); campeón de dobles de Wimbledon en 1920; miembro y capitán del equipo de Copa Davis (sólo perdió un partido), competición en la que sería campeón como jugador (1913), como capitán (1921, 22 y 24) y como capitán-jugador (1923-26). Su hazaña más recordada fue la medalla de oro en dobles mixtos, junto a Hazle Wightman, en los Juegos Olímpicos de París de 1924, que ganó con un esguince de segundo grado en un tobillo: “le sugería mi compañera abandonar. Ella me dijo que me quedara en la red y que ella correría”. Y así fue.
Williams y Behr se enfrentaron otras dos veces. Ambas, con victorias del primero, más fuerte física y mentalmente que su rival. Al retirarse, los dos hicieron pequeñas fortunas como banqueros. Dick Williams entró en el Salón de la Fama en 1957; Karl Behr, lo hizo, a título póstumo, en 1969, veinte años después de su muerte.
* nota de NEUS YERRO para sport.